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Educar: Acto ético y político.

Educar: Acto ético y político.

Comunidad

Somos cinco amigos, hemos salido uno detrás del otro de una casa; el primero salió y se colocó junto
a la puerta; luego salió el segundo, o mejor se deslizó tan ligero como una bolita de mercurio, y se
situó fuera de la puerta y no muy lejos del primero; luego salió el tercero, el cuarto y, por último, el
quinto. Al final formábamos una fila. La gente se fijó en nosotros, nos señalaron y dijeron: «Los cinco
acaban de salir de esa casa». Desde aquella vez vivimos juntos. Sería una vida pacífica, si no se
injiriera continuamente un sexto. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que es suficiente. ¿Por qué
quiere meterse donde nadie lo quiere? No lo conocemos y tampoco queremos acogerlo entre nosotros.
Si bien es cierto que nosotros cinco tampoco nos conocíamos con anterioridad y, si se quiere, tampoco
ahora, lo que es posible y tolerado entre cinco, no es posible ni tolerado en relación con un sexto.
Además, somos cinco y no queremos ser seis. Y qué sentido tendría ese continuo estar juntos.
Tampoco entre nosotros cinco tiene sentido, pero, bien, ya estamos juntos y así permanecemos, pero
no queremos una nueva unión, y precisamente a causa de nuestras experiencias. ¿Cómo se le podría
enseñar todo al sexto? Largas explicaciones significarían ya casi un a acogida tácita en el grupo. Así,
preferimos no aclarar nada y no le acogemos. Si quiere abrir el pico, lo echarnos a codazos, pero si
insistimos en echarlo, regresa.

Kafka, 1920.
Nos proponemos interrogar algunas de las prácticas que estigmatizan y limitan las
capacidades de aprehender, tales como la patologización de la infancia y la medicalización.
¿Las resonancias de la época enferman, es decir, la época nos enferma? o ¿cada época inventa
sus propias enfermedades? La salud es un problema de los hombres, por lo tanto de la
educación, en un contexto cultural, en situación social e histórica. El cuerpo es malestar
cuando las prácticas se reconocen, con valor de mercado, precio a precio y no rostro a rostro.
Cómo piensa el cuerpo retórico de nuestros días, el cuerpo, es un asunto abierto al debate.  El
cuerpo es malestar cuando se desvincula el conocimiento de los saberes de la vida, allí
enferma. Cuando avanza la ilusión pretenciosa de tenerlo todo, aflora la enfermedad de la
época, el mal-estar de la ciudad,  que no es más que el afán ambicioso de querer ser alguien y
el buscar la solución en las monedas.
El cuerpo al que nos referimos tiene más que ver con la poesía que con la medicina.
No se trata de la anatomía biológica, sino del cuerpo tocado por el significante. Por eso no
dejemos de preguntar: ¿Qué es un niño? ¿De qué estofa está hecho? ¿Qué necesita
aprehender? Nosotros, el niño que nos habita, los neuróticos ¿podríamos ser el sexto? o
cualquiera de los otros cinco, del relato de Kafka. A casi 100 años, misma vigencia.

Un niño, sin dudas, no es sinónimo de trastorno, ni tampoco una abreviatura (TGD-
ADD-CI) es suficiente para nombrar aquello que no se habitúa, ni se acomoda, a los cánones
esperados. Rótulos, etiquetas y distintos modos tecnocráticos de diagnosticar e incrementar el
vertiginoso avance de una mercantilización que a través de los psicofármacos hace estragos.
De este modo se cosifica, como si lo que le pasara, o el “mal” comportamiento del niño, fuera
endógeno y atemporal. El orden del discurso hegemónico tiende a segmentar, segregar,
discriminar aquello que irrumpe. Cuando justamente lo interesante es pensar la infancia
disrumpiendo, ingresando a un código, sistema social, que la preexiste; justamente lo más
importante de la infancia es convertirse en sujeto hablante, en ese sentido, la infancia
disrumpe, o ¿por qué no? rompe – el orden establecido, las normas, el silencio, etc. —.
Tolerancia significa tener en cuenta al otro como protagonista de lo humano. Sin duda
la infancia es un momento biológico, una etapa evolutiva, cronológica, que ocurre en un
entramado social, histórico, cultural determinado. El filósofo Carlos Cullen nos va a enseñar
que es un rostro que nos interpela éticamente, rostro envuelto en “verdades seminales”, que
acontece políticamente e inaugura una historia. Ese acontecimiento es político y educativo
porque está siendo facundia interpelante, que irrumpe en la comunidad para que tenga lugar
lo nuevo que ocurre.

Fragmento de la ponencia presentada en el ISFD, Escuela Normal Superior
“Mariano Moreno”, el 15 de noviembre de 2018, en el Día de la Filosofía, 1er. Edición.
Concepción del Uruguay, Provincia de Entre Ríos.

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