Pensando a las personas sordas

MARTES DE TERAPIA

“Pensando a las personas sordas”  por la Lic. Manuela Gadea, integrante del equipo del IPPL 

Me pareció interesante utilizar este espacio para pensar sobre las personas sordas. Esas personas que no nos imaginamos que no escuchan, hasta que los vemos hacer movimientos muy extraños con sus manos, con los cuales podemos suponer que se está comunicando con otro, ya que éste le contesta de igual manera. ¿Cómo es esa forma de comunicación? ¿Cómo la aprenderán? ¿Cómo hablarán con personas oyentes? Estas son algunas de las preguntas que vinieron a mi cabeza cuando vi esta escena por primera vez.

Hay distintos mitos y creencias en relación a las personas sordas, su comunicación. La idea de que son “sordomudos”, que esos movimientos de manos (Lengua de señas) es algo que hacen naturalmente por el solo hecho de nacer/o devenir sordo, que se comunican perfectamente con sus familias ya que ellos también saben LSA (Lengua de señas), que saben leer nuestros labios y por ende comprenden todo lo que es decimos, etc.

Muchos autores se han preguntado, y aun lo hacen, acerca de las consecuencias que tiene la sordera en el desarrollo psíquico.
He conocido en el consultorio padres oyentes de hijos sordos que asisten muy angustiados porque sus hijos no se integran en la escuela con sus compañeros (oyentes), los notan enojados, tristes, desganados, aislados….Y a partir de conocer estas vivencias de padecimiento subjetivas de los niños (también adolescentes y adultos) pude comenzar a pensar realmente las consecuencias de ser sordo en un mundo oyente.

Una vez leí: “La sordera es la deficiencia menos visible, pero cuyas secuelas son las que más comprometen al sujeto”. Esta frase, en apariencia tan simple, me movilizó profundamente. Creo que pocas veces nos detenemos a pensar en las personas sordas, pensar sobre su realidad, cómo crecen, cómo se vincula, con quienes se vinculan, ¿cómo
es ser sordo en una sociedad oyente?

La sordera pone una distancia con el otro oyente, una barrera en la comunicación, y por ello una dificultad en el vínculo. Podemos pensar que en las personas sordas, la sordera no
afecta sólo el desarrollo de la comunicación y el lenguaje (ya que no hablan oralmente como la mayoría de los sujetos), sino al sujeto en su totalidad. Afecta al desarrollo cognitivo, socio afectivo, comunicativo-lingüístico, y por supuesto el modo en que se construye de su sexualidad. ¿Alguna vez habían pensado en dicho alcance?

Para intentar comprenderlo, creo que sería importante que tengamos en cuenta que la comunidad sorda de Argentina se compone, aproximadamente, de un 95% de sordos cuyos padres son oyentes ( 5% de sordos pertenecen a familias sordas) porcentaje que corresponde al encontrado mundialmente. Y el 90% de los hijos de padres sordos son
oyentes. Esto nos permite preguntarnos cómo se produce la comunicación ya desde los primerísimos tiempos en el núcleo familiar, entre la minoría sorda y la mayoría oyente.
¿Hay comunicación? ¿Se produje intercambio de información? ¿Cómo crece un sujeto sordo en un contexto oyente?

El lenguaje permite transmitir información, permite al sujeto estructurar su pensamiento, sentimientos, comunicarse con otros, formular y comprender ideas, planificar y adaptar la
conducta, comprender a las otras personas, así como aquello que ocurre a su alrededor. Es decir que si el acceso al lenguaje falla o es deficiente, se verá afectado el desarrollo intelectual, la interacción social, la comunicación, y la afectividad. El lenguaje ocupa un lugar central.

Un sujeto sin lenguaje, sin esa herramienta que le permite el contacto real y profundo con los otros y con el mundo, crece de forma aislada, dejándolo en un estado de absoluta vulnerabilidad. Podemos pensar en los niños sordos que he conocido, quienes han adquirido muy poco la lengua oral, y no conocen aun la lengua de señas, o a personas que la hablan y con las cuales vincularse.

¿Sordomudos? Tal vez les ha ocurrido, que al ver una persona sorda, notan que poseen grandes dificulades para hablar, o no lo hacen en lo absoluto, y de ahí la tendencia a llamarlos sordomudos. Sin embargo, el sujeto sordo no necesariamente tiene problemas para hablar, simplemente que al no haber oído palabras, no las puede reproducir. ¿Esto quiere decir que nunca va a poder hablar? No necesariamente. El sujeto sordo tiene
dificultades para el acceso a la lengua fónica-oral, pero puede acceder al lenguaje. Por supuesto que al no oír, algunas cosas serán diferentes. Aquí ingresa la Lengua de Señas, la cual se conforma de en un sistema de signos gestual (LS) pueden comunicar y comunicarse de una forma igualmente rica que aquellos que hablamos la lengua oral. Pero esta lengua no emerge en ellos de forma natural, como muchas veces se cree. Como toda lengua, es necesario que haya otro que nos la transmita, enseñe, es por ello que el niño sordo requerirá de un adulto capaz de aportarle ésta otra lengua.

Un sujeto sordo puede elegir hablar ambas lenguas (bilingüe), ya que como podemos imaginarnos, conocer más lenguas sólo nos enriquece. Pero el proceso de adquisición de la lengua de señas, en general representa un gran dificultad, debido a que nos encontramos aún hoy con una resistencia enorme a ella, al desestimarla cuando se la compara con la lengua oral. El objetivo muchas veces es que los niños sordos “hablen”, queriendo forzar el aprendizaje de la misma, con las dificultades que eso conlleva teniendo en cuenta que al no escuchar, querer que aprenda una lengua oral es un desafío en ocasiones tortuoso. Y si además pensamos en las consecuencias, es muy común encontrarnos con niños sordos que están en el arduo y lento proceso de adquirir la lengua oral, y que no han tenido contacto con la lengua de señas, llevándolos a una comunicación muy pobre con sus pares, con sus familias, generando un sentimiento de aislamiento,
incomprensión, enojo, soledad. En la clínica con personas sordas nos encontramos constantemente con estas secuelas y consecuencias a nivel psíquico.

El objetivo de este escrito es movilizar, generar un (re)pensar acerca de las personas sordas, tener un acercamiento a lo otro del otro, que es tan distinto para nosotros y por ello no le damos lugar, no nos detenemos a reflexionar, a imaginarnos como es “ese mundo”. Ese mundo que poco lugar tiene en el mundo oyente, en el cual la persona sorda se convierte de alguna forma en un extranjero, debiendo adquirir “lo que le falta”(lengua oral) como si fuese un sujeto incompleto….

Manuela Gadea
Licenciada en Psicología